Brasil afronta unas elecciones claves con su economía en recesión

El Producto Interior Bruto (PIB) de Brasil cayó un 0,6% en el segundo trimestre del año en comparación con los tres meses anteriores, según datos publicados por el organismo estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) el pasado 29 de agosto. La mayor economía de Latinoamérica también retrocedió un 0,2% entre enero y marzo, por lo que entró en lo que los economistas llaman recesión técnica (dos trimestres consecutivos de caída de la actividad económica).

El descenso del PIB del 0,6% es peor de lo esperado por los mercados financieros internacionales. Los 47 analistas consultados en un sondeo de la agencia de noticias Reuters esperaban de media una caída del 0,4%. Además, se trata de la primera vez que el país entra en recesión técnica desde finales del año 2008, en plena crisis financiera global.
Los datos del IBGE mostraron que la inversión en Brasil se desplomó un 5,3% en el segundo trimestre, en comparación con los tres meses anteriores. El peor dato de este indicador desde comienzos del año 2009. El sector industria también sufrió su cuarto descenso consecutivo en la comparación trimestre a trimestre, al ceder un 1,5%.

Uno de los motivos podría ser el Mundial de fútbol, que se celebró en los meses de junio y julio en tierras brasileñas, lo que provocó una desaceleración en la actividad de muchas fábricas y del comercio minorista, ya que las ciudades declararon festivos los días de partidos para prevenir las altas congestiones del tráfico. Sin embargo, los economistas creen que los problemas de Brasil van más allá de cualquier evento puntual.

Las razones de la caída
Para Rodrigo Ventura, mentor universitario de Insper, en Sao Paulo, y vicepresidente de ventas en Brasil y China de la empresa de software Sistran, existen causas internacionales y domésticas para explicar el descenso de la economía brasileña. Entre ellas, este especialista en mercados emergentes cita la disminución del crecimiento en China (el principal socio económico de Brasil), la política monetaria menos expansiva de EEUU (el segundo mayor socio comercial de Brasil) y el default de Argentina, con repercusiones en toda América Latina. Y desde el punto de vista interno, culpa a la política macroeconómica desacertada del Gobierno, que ha permitido que la inflación supere el límite del 6,5% que se había impuesto como objetivo.

En la misma línea, Anita Kon, profesora de Economía de la Universidad Pontificia Católica de São Paulo, señala a las políticas llevadas a cabo por la presidenta Dilma Rousseff. “La búsqueda de la estabilidad de los precios, junto con el bajo ahorro interno que caracteriza a la economía brasileña, llevó al mantenimiento de las tasas de interés a un nivel muy alto como una herramienta para contener la inflación y atraer capital extranjero destinado a equilibrar la balanza de pagos. Con el tipo de cambio sobrevaluado a través de la intervención del Gobierno, las exportaciones fueron cayendo y la balanza comercial empeorando”, señala.

Por otra parte ella destaca que para estimular la actividad económica, el Gobierno tomó importantes medidas para fomentar el consumo de los ciudadanos a través de la concesión de créditos y exenciones fiscales para algunos productos. Esta política, dice, “ha provocado un elevado endeudamiento de los ciudadanos y el agotamiento de la capacidad de consumo en relación con los ajustes salariales, lo que culminó con un considerable incremento de la insolvencia”.
Y, finalmente, apunta que para las empresas, las altas tasas de interés y la política de tipo de cambio desfavorable para las exportaciones “frenaron las inversiones, lo que bloqueó el aumento de la productividad y frenó la mejora de la competitividad internacional, como consecuencia de las perspectivas inciertas”.

Unas elecciones claves
La caída en recesión de la economía se produce en un momento que se antoja clave para el futuro del país: las elecciones presidenciales que se celebrarán el próximo 5 de octubre. El mal dato macroeconómico y las críticas que está recibiendo por parte de los economistas ponen muy difícil las cosas para la candidata a la reelección por el Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff. Por otro parte, la presidenta ha tenido poco éxito para conectar con los protagonistas de las multitudinarias manifestaciones vividas en las calles brasileñas en junio de 2013 que protestaban, entre otras cosas, por la corrupción política y los exorbitantes gastos públicos invertidos en los eventos deportivos celebrados en el país, como la Copa del Mundo y los próximos Juegos Olímpicos de 2016.

Anita Kon indica que “el escenario electoral para las próximas presidenciales, que había venido mostrando una tendencia a la reelección del actual presidente en una primera ronda de votación (con la mayoría de los votos válidos), ha cambiado considerablemente con el empeoramiento de las condiciones económicas del país”. Kon añade que las últimas encuestas ya muestran evidencias de que habrá una segunda vuelta, “que se celebraría entre la presidenta y uno de los candidatos de la oposición (Marina da Silva Neves o Aecio Neves), que critican los resultados de la política económica actual y proponen reformas”.

Sin embargo, los últimos sondeos de intención de voto apuntan a que la candidata ecologista Marina da Silva, del Partido Socialista de Brasil (PSB), podría ganar las presidenciales en caso de que se produzca una segunda ronda. El tiempo y la campaña irán despejando la incertidumbre respecto al resultado final, pero cada vez más expertos del país sostienen que estas elecciones estarán polarizadas en torno a las dos candidatas y que la victoria, en cualquiera de los casos, será muy apretada.

Tanto Silva, como Aécio Neves, el otro candidato de importancia y perteneciente al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), han atacado a Rousseff con argumentos económicos. Han criticado a la presidenta por su manejo de la inflación y por supuestamente arruinar el impulso económico que había tomado el país durante la última década. La economía de Brasil creció de media un 4% durante el Gobierno del predecesor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva, entre 2003 y 2010. Mientras que la expansión en el mandato de Rousseff se sitúa en una media de menos del 2%.

Felipe Monteiro,profesor de INSEAD e investigador del Mack Institute for Innovation Management de Wharton, cree que desde principios de año la inversión está paralizada en Brasil. “Los inversores no quieren tomar decisiones en este momento. Esto no quiere decir que no quieran volver a hacer más negocios en Brasil, eso significa que la incertidumbre que rodea a la economía es grande y prefieren esperar a ver lo que sucede en las elecciones y en los próximos meses antes de mover su dinero”, explica, destacando la importancia que tienen las presidenciales para la actividad. Opina que en estos momentos existen problemas estructurales en el modelo de crecimiento, “que ha estado basado en los últimos años simplemente en el consumo y en el crédito”. Es por ello que, con las elecciones a la vuelta de la esquina, “los inversores tienen grandes expectativas de que haya cambios importantes en el país”. Monteiro tiene muy claro qué es lo que esperan los mercados internacionales de Brasil: “reformas estructurales de calado”.

Reformas estructurales
Para este profesor, da igual quién gane las elecciones, lo vital es que las decisiones que se tomen sean lo suficientemente importantes como para que el país vuelva a ganarse la confianza de los inversores internacionales. Monteiro cita tres grandes reformas imprescindibles en estos momentos para Brasil. “Se necesita una mayor flexibilización del mercado laboral, un gran cambio en materia tributaria para simplificar el sistema de pago de impuestos que existe en estos momentos, que es muy complicado, y una gran reforma en las infraestructuras en la que, por ejemplo, se incluya la privatización de los puertos”, indica.

Anita Kon cree que la recesión es algo puntual, aunque la reanudación del crecimiento debe esperarse a medio y largo plazo. “Tal vez llegue en el segundo semestre de 2015”, comenta, siempre y cuando tras las elecciones se tomen las medidas económicas que necesita el país. Esta recuperación sólo se producirá en el mandato presidencial que comienza en 2015, advierte, “si las prioridades actuales de la política económica cambian y las medidas específicas utilizadas para la corrección de problemas económicos aislados se abandonan para dar paso a una visión general de la planificación, centrada en las debilidades macro y microeconómicas juntas, y actuar sobre los problemas estructurales que impiden el crecimiento”.

En este sentido, considera “indispensables” reformas en impuestos, el mercado laboral, el sistema político y jurídico, la construcción de infraestructuras logísticas y la implantación de una política industrial para que se reanude el crecimiento de la productividad y se mejore la capacidad de integración en el mercado internacional.

“Sea quien sea el próximo presidente en el 2015 será un año difícil y de ajustes”, augura Rodrigo Ventura. “Se tendrán que tomar medidas económicas importantes, pero impopulares, que se podrían haber tomado este año y que finalmente se aplazaron debido a las elecciones. Pero hay que ser optimistas. A pesar de los problemas, creo que los fundamentos de la economía de Brasil son buenos. Si hacemos los ajustes se puede alcanzar un crecimiento del 4% en 2018”, concluye.

Fuente: 12/09/2014 – Wharton University of Pennsylvania 

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Autor: David Gasull – asesor experto en comercio exterior y estrategias de internacionalización

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